¿Cómo puede África tener éxito en la Cuarta Revolución Industrial?
- Se prevé que para 2070 la población menor de 20 años de África será la mayor cohorte de edad del continente.
- Por lo tanto, es vital que se ofrezcan a los jóvenes las herramientas necesarias para tener éxito en una economía digital, escribe Hanan Morsy del Banco Africano de Desarrollo.
- Sólo cuando África pueda colmar estas lagunas educativas y establecer su sociedad para una revisión digital, cosechará los beneficios de las nuevas tecnologías.
Las características clave de la Cuarta Revolución Industrial (4IR) – digitalización acelerada, inteligencia artificial (IA), computación en la nube, robótica, e impresión 3D – trascienden en formas obvias e importantes en la educación, el empleo y el futuro del trabajo. Esto es especialmente cierto en el caso de los países africanos. Durante la última década, la proporción de la población menor de 20 años del continente se ha expandido en más del 25%, y se prevé que para el año 2070 vaya a ser la mayor cohorte de edad del continente. A medida que África se dirija al encuentro de la 4IR, sus jóvenes serán uno de sus activos más importantes.
Sin embargo, para capturar este dividendo demográfico, los países africanos deben reformar completamente sus sistemas educativos con el fin de prepararse para la revolución tecnológica que se avecina. Si bien la automatización podría aumentar las primas por competencias y exacerbar la desigualdad de los ingresos, también podría aumentar la productividad y crear nuevas ocupaciones. Como tal, la 4IR representa una oportunidad única para que los países africanos, con la ayuda de la tecnología, esquiven de un salto los obstáculos al desarrollo que enfrentan.
La 4IR influirá fuertemente sobre cuáles son las competencias que se necesitan en el mercado laboral. En todo el mundo, la demanda evoluciona hacia habilidades sociales, conductuales, cognitivas, y no repetitivas que sean adaptables, y se aleja de las tareas rutinarias y las habilidades estrechas vinculadas a trabajos específicos. En África, la demanda de ingenieros de software, especialistas en marketing, redactores, y asesores financieros está aumentando, mientras que la demanda de técnicos mecánicos, asistentes administrativos y contadores está disminuyendo.
El desarrollo de tales competencias comienza en la primera infancia. Además de fortalecer la educación, los países africanos deben aumentar la inversión en nutrición, salud y protección social de los niños. Tristemente, África alberga a un tercio de los niños menores de cinco años con retraso en el crecimiento del mundo, y ese porcentaje continúa aumentando. Sin embargo, el vínculo entre la nutrición y la capacidad cognitiva de la fuerza laboral es evidente. Los gobiernos que invierten en una mejor nutrición, en particular durante los primeros 1.000 días, desde la concepción hasta los dos años de edad del niño, obtendrán tanto beneficios económicos como humanitarios de largo alcance.
En el otro extremo del espectro de la juventud, la educación superior es más importante ahora que nunca para preparar a los trabajadores a que se adapten al panorama laboral cambiante que encontrarán a lo largo de sus carreras. Por ejemplo, los estudios de investigación realizados en Kenia y Tanzania, citados por el Banco Africano de Desarrollo (BAfD), muestran que las habilidades cognitivas y no repetitivas están asociadas con un mejor salario inicial, una mayor satisfacción laboral y salarios más altos a lo largo del tiempo. Sin embargo, en África, menos del 4% de la población tiene un título universitario. Además, la educación ha permanecido concentrada en las ciencias sociales y humanidades, y se ha quedado rezagada en los campos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), mismos que son cruciales para aprovechar la 4IR.
Consecuentemente, existe un creciente desajuste entre las cambiantes demandas de las empresas y las competencias que suministran los sistemas educativos africanos. Cuanto antes puedan los países africanos cerrar estas brechas, mejores serán sus posibilidades de cosechar los beneficios de las nuevas tecnologías.
Algunos países ya están haciendo avances significativos en esta dirección. Egipto, por ejemplo, introdujo las “aulas interactivas”, distribuyendo 1,5 millones de tablets precargadas con una enciclopedia electrónica a la que también se puede acceder desde redes escolares y centros juveniles. Alrededor de 2.500 escuelas egipcias ya tienen acceso a Internet de alta velocidad; y, con la ayuda de tecnologías móviles avanzadas, se están creando nuevas aulas “inteligentes” alimentadas por energía solar en áreas remotas.
Por su parte, el Banco Africano de Desarrollo (BAfD) ha lanzado la “Codificación para el empleo”, como parte de su estrategia denominada “Empleos para jóvenes en África”, con el fin de proporcionar competencias digitales a la próxima generación. Entre otros componentes, este programa (dirigido a jóvenes de 15 a 35 años) proporciona computadoras y otros equipos a las universidades y centros de formación; ofrece programas de formación impulsados por la demanda en asociación con empresas de tecnología líderes; y, equipa a los jóvenes con habilidades sociales e interpersonales esenciales, así como oportunidades de empleo directo. Asimismo, en colaboración con instituciones académicas, el BAfD participa en una investigación sobre cómo hacer que los sistemas educativos africanos sean más ágiles y que respondan mejor a las demandas.
No obstante que el crecimiento económico era fuerte en África antes de la crisis del COVID-19, no era inclusivo; la pobreza y la desigualdad siguen siendo elevadas a lo largo de toda la región. Y, si bien el continente ha logrado grandes avances en la matriculación escolar, va a la zaga de otras regiones en varios indicadores, incluyendo el número promedio de años de educación y la calidad escolar. Las tasas de abandono de estudios en secundaria en África aún están por encima del 30 por ciento, más del doble del promedio mundial del 13 por ciento.
Para alcanzar a otras regiones, los países africanos deben adoptar estrategias nacionales de educación y desarrollo de competencias, centrándose no sólo en los jóvenes sino también en los trabajadores adultos, las personas que abandonaron la educación formal, los trabajadores de la economía informal, y grupos de personas económica y socialmente desfavorecidas. Los empleadores africanos a menudo mencionan la insuficiente preparación de los trabajadores como una importante limitación para el crecimiento de sus empresas. Análogamente, la investigación del BAfD revela que casi la mitad de los jóvenes africanos que se encuentran empleados consideran que sus competencias no se ajustan a las requeridas para sus puestos de trabajo, y sienten que dos tercios de ellos tienen un nivel de educación ya sea superior o inferior para dichos puestos, lo que conduce a una disminución tanto de los salarios como de la satisfacción laboral.
Sólo abordando estos desajustes en materia de competencias y educación pueden los países africanos construir una fuerza laboral adaptable y flexible que esté lista para la 4IR. Para ello, será necesaria una nueva filosofía educativa que valore las habilidades sociales y que al mismo tiempo invierta en infraestructura básica y digital. Para reducir las tasas de abandono escolar es preciso mejorar los incentivos de asistencia y el acceso a las escuelas en las zonas remotas; además, la escuela primaria, como mínimo, debería ser obligatoria.
Al garantizar una educación que sea más impulsada por la demanda, los países africanos pueden reducir los persistentes desajustes en el mercado laboral, y pueden hacer que la educación sea más atractiva para los estudiantes y más relevante para los empleadores. Una opción interesante es que los países africanos utilicen nuevos sistemas de información dinámicos para realizar un seguimiento de las necesidades actuales y futuras del mercado laboral en la economía, lo que facilitaría que los jóvenes se enteren sobre vacantes laborales, soliciten empleos, y cumplan con los requisitos de competencias de dichos empleos.
Una reforma completa de la educación africana se traduciría en una mayor productividad y producción para el continente en su conjunto. En la investigación del BAfD se revela que las mejoras tanto en los logros educativos (tasas de terminación de estudios), como en la calidad (más y mejores maestros, libros de texto y otros recursos), se correlacionan positivamente con la productividad de los trabajadores y, a su vez, con los resultados de desarrollo de un país.
Por lo tanto, no se puede pasar por alto la importancia del desarrollo de competencias para los jóvenes de África. Esto representa uno de los principales motores de la innovación en el continente. Para beneficiarse de esa relación, la fuerza de trabajo africana debe empezar a prepararse hoy para los empleos del mañana.