¿Cómo regular a los conglomerados digitales? Un verdadero desafío a los Estados Nacionales
Filósofos, cientistas sociales, intentan explicar los profundos cambios que la pandemia y las decisiones políticas para atemperarla, están causando sobre las sociedades.
Las interpretaciones son disímiles. Para algunos estamos en el inicio de un ciclo de transformaciones inclusivas, es el tránsito hacia una recuperación del rol del Estado como promotor, regulador y actor básico en términos de lograr consensos sociales y políticos.
Otros, por el contrario, observan la aceleración de los rasgos más cuestionables del capitalismo neoliberal y el afianzamiento de los conglomerados digitales que se expanden en dos tendencias, ganancias extraordinarias y concentración monopólica u oligopólica.
La mayoría de los países afectados reaccionaron, con más o menos rigurosidad, de manera similar. Decretaron una cuarentena que sólo mantiene funcionando los servicios básicos, confinaron a la mayor parte de la población en sus hogares (con distintas fases en lo que hace al tiempo de duración).
Se provocó una inmediata recesión con una severa caída de la producción y pérdida de empleos. En sólo un mes y medio la tasa de desocupación de Estados Unidos pasó del 4,4% al 22%, más de 33 millones de estadounidenses perdieron sus empleos.
El PBI disminuyó 4,8% en el primer trimestre y se prevé un derrumbe superior en el segundo.
La Eurozona y la República Popular China, que junto a EEUU representan el 62% del PBI mundial, también sufrieron ciclos recesivos similares, con caídas del 3,8% y 6,8% respectivamente.
La situación en América Latina es aún peor.
Se estima una retracción del 7% como mínimo y del 20% en el intercambio de bienes y servicios.
El presidente del Banco Mundial afirmó que «la contracción desde Tijuana (México) hasta Ushuaia (Argentina) será la más grande de la historia. Peor que cualquier crisis del siglo pasado, incluida la Gran Depresión (1929-1930), la crisis de la deuda de los 80′ y la financiera global de 2008- 2009».
Estas cifras no poseen precedentes históricos en tan corto periodo. Además todos los componentes de la demanda agregada mundial (consumo, inversión, exportación e importaciones) han caído de manera rápida y en altos porcentajes.
El PBI mundial seguirá cayendo, las estimaciones son provisorias, 8% en el promedio mundial. Varían según datos del FMI, OCDE, en tanto el comercio internacional menos 20% según la UNCTAD.
Sin embargo, no todos están perdiendo.
Para algunas empresas y sectores, la crisis está resultando una enorme fuente de ganancias y crecimiento.
Al respecto la consultora Knight Frank calculó que el fundador de Amazon, Jeff Bezos, es uno de los grandes ganadores de la pandemia: su fortuna creció en U$S 75.000 millones desde el comienzo de la crisis.
Como lo mejor es no salir, se pide la comida con las app, se compra por internet, se recurre a plataformas para el entretenimiento, la comunicación.
Así Google, A-mazon, Facebook, Apple y otras, se expanden.
Los informes económicos son claros, mientras la economía mundial cae, los gigantes de la economía digital crecen como nunca.
Estos cambios impactarán en aspectos tales como el trabajo, la precarización creciente del empleo, pérdida del límite entre trabajo y ocio, el aumento de un capitalismo de vigilancia.
Es así como las plataformas de comunicación, la captura de datos de las personas, sus deseos, sus pensamientos, someten a las sociedades a una vigilancia que comienza en la publicidad y termina en el control político.
Se convierten en intermediarios entra el productor de un bien o servicio y el consumidor.
Su carácter monopólico u oligopólico las convierte en el mercado.
Las economías de plataforma necesitan individuos fragmentados, escindidos de la sociedad y anclados en lo virtual, justo lo que provoca el aislamiento social.
El nuevo desarrollo de las fuerzas productivas tiene así, un impacto económico – social claramente negativo.
La trama de las relaciones se vuelve cada día más favorable a un pequeño grupo de conglomerados, que además tienen pocos vínculos territoriales. En general, su presencia etérea les permite eludir muchas regulaciones nacionales, especialmente en el campo laboral, el manejo de datos e información y la elusión o evasión impositivas. (1)
Surge así una pregunta central: ¿cómo regular a los conglomerados digitales? Un verdadero desafío a los Estados Nacionales.
La pandemia también descubrió la verdadera dimensión de los grupos más vulnerables de la población, que resultaron ser más numerosos de los estimados y las profundas desigualdades.
Se instaló el debate acerca del rol del Estado; la crisis impulsó una recuperación de las funciones del estado nacional.
Los sistemas sanitarios privados no funcionaron adecuadamente y la atención recayó en la centralización de las prestaciones.
Los sistemas de investigación científico – tecnológicos resultaron una pieza clave: cómo manejar una pandemia desde el punto de vista médico – sanitario, cómo sostener psíquica y socialmente a grandes grupos de personas en cuarentena, cómo reorganizar los sistemas educativos, los cuerpos deliberativos, de manera virtual.
Una conclusión es que los sistemas coordinados y organizados por el sector público, el ya olvidado «Estado de Bienestar», regresó en términos de acción y de consenso (Argentina, valores superiores al 75%).
Pocas voces se animan hoy a la crítica des-tructiva y a despreciarlo como un actor central en el sostenimiento de las sociedades, tratando de lograr consensos sociales y políticos.
Otro aspecto que apareció visible fue el estímulo anticrisis.
Los paquetes de ayuda estatal están siendo extraordinarios (Argentina otorgó beneficios o ingresos básicos a 23 millones de personas).
A manera de síntesis, la pandemia más allá de exponer la vulnerabilidad humana, dejó en evidencia la existencia y profundización de un campo de tensión entre la dinámica técnico – económica y las necesidades del desarrollo social y sustentable.
El tamaño y la no definición necesaria de la presencia geográfica de uno de los polos, pone en el centro del debate la cuestión de las relaciones internacionales.
Resulta difícil que un país solo pueda enfrentar a los consorcios digitales.
Una regulación efectiva sólo es posible a partir de acuerdos mínimos entre Estados, a nivel regional y mundial.
Esos acuerdos deberían articular las necesidades y las recuperadas atribuciones de los estados, una perspectiva internacional más consistente con el desarrollo social y la competencia en el campo de la digitalización.
La confrontación plantea así desafíos, no sólo económicos sino también estratégicos. (2)
El covid 19 ha expuesto los temas a debatir y las pugnas que estaban ocultas.
Para quienes apostamos al cambio de paradigmas, debemos evitar la colonización del sentido común. Que valores de justicia, inclusión y éticos sean culturalmente aceptados. El nuevo rol del Estado será clave.
Debemos hacernos cargo de esta nueva realidad, adoptando nuevos mecanismos y organizando formas de articulación destinadas a promover la vinculación entre los distintos actores, en un marco de creatividad y participación.
Exige debate en el pensamiento, acciones eficaces y eficientes y compromiso con el actual proceso de involucramiento de los Estados. Además valorizar el aporte solidario de gran parte de la sociedad, afianzar las redes que garantizan la participación y contención de los actores más afectados por la pandemia y la situación económico – social recibida de la tercera experiencia neoliberal en nuestro país (Macri – Cambiemos).
Consigna central: «Nunca más el neoliberalismo en Argentina».